Filmes y cánones: libros clásicos a partir de películas famosas

Por Álvaro de La Paz Franco

6/18/2025

¿Qué es leer? Además de un continuo infinito de niveles de perfección lectora, hay toda una gama de actos llamados así y no sólo por diferencias nimias en la definición. ¿Memorizar es leer? ¿Ver? ¿Recordar? ¿Se puede leer la realidad? ¿La meditación es un tipo de lectura? Leer el lomo de un libro, ¿es leer? Ver tres páginas, ¿es leer? ¿Pensar es leer, puesto que es conversar con uno mismo, como dice Sócrates? ¿Todo conversar es un leer? ¿Todo existir? Leer es vivir, pero acaso no todo vivir sea leer. En un punto de la meditación o contemplación se deja de leer, y es ya simplemente ser.

Considerando la historia desde el origen de la escritura, los textos que mayor impacto han tenido en los siglos llegan a nosotros con el título general de clásicos. Lo clásico, en sentido estricto, es la cultura de Grecia y Roma en la época antigua. En sentido amplio, hasta un partido futbolístico entre América y Chivas es llamado clásico.

Al igual que las famosas sagas comerciales anglosajonas como Harry Potter, El señor de los anillos, Canción de hielo y fuego, Los juegos del hambre, Las crónicas de Narnia o la trilogía de Crepúsculo, que tienen una secuencia más o menos cronológica, existe en el mundo real una tradición clásica de lecturas posibles, más o menos fantasiosas, que también se desarrollan dependiendo de los libros pasados.

Algunas de las sagas fueron puestas en bibliotecas mexicanas por la colección de libros amarillos de Conaculta, pero los clásicos de la cultura occidental, libros de Historia y Filosofía, de Ciencia y Literatura con L mayúscula, se encuentran fácilmente en casi cualquier biblioteca o librería del mundo, por diversas editoriales.

Casi es una línea. A menudo se le llama el Canon de los Grandes Libros de la Cultura Occidental. En realidad cada erudito incluye o excluye diferentes obras de su lista dependiendo de qué cree que es lo más valioso del saber, por lo que hay cánones diversos. Esto del canon suele ir de la mano con el torpemente criticado eurocentrismo, aunque también hay cánones extraeuropeos, como los que incluyen libros de Persia, India, China, del lejano oriente.

En México, la contraposición principal es con lo prehispánico. En el Estado de México tuvimos al gran erudito Ángel Ma. Garibay Kintana, quien en la colección Sepan Cuantos de Porrúa publicó grandes estudios de literatura náhuatl junto a las obras europeas. También en México es importante considerar el período novohispano, que con escritores como Alzate y Clavijero fue intensamente libresco, por influencia de la Ilustración europea.

Lo mejor que puede hacer un usuario de las bibliotecas del valle de Toluca es empezar a aprender latín en los libros bilingües de la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana, disponibles en la biblioteca Leona Vicario, que está en el Parque Urawa. Para llegar a esta idea tan cuestionable he recorrido un largo camino, desde que despertó mi conciencia viendo películas “clásicas” de Disney en VHS hasta el momento de escribir esto.

El Rey León se basa en Hamlet; Aladino en Las mil y una noches; El libro de la selva, en el Libro de las tierras vírgenes. Se puede seguir enlistando libros clásicos en función de películas “clásicas”. Muchas personas se hicieron paleontólogas por ver Jurassic Park. La Matrix es una caverna platónica en duda cartesiana. 2001: Odisea del espacio conduce a Nietzsche.

A quien le guste Troya (esa película en donde salen Helen Krüger y Brad Pitt), que lea la Ilíada, de Homero. Puede ir al Parque Ambiental Bicentenario en Metepec y entrar a la biblioteca Centenario de la Revolución, en donde podrá encontrar un ejemplar con la traducción de Luis Segalá y Estalella. Si no capta los epítetos, que pase a una computadora y vaya consultando Wikipedia para conocer la genealogía de los personajes que aparecen en el canto primero.

Quien prefiera 300 (en donde Leónidas grita “¡Esto es Espartaaaa!”), que abra los nueve libros de las Historias, de Heródoto. Los que hayan obtenido su conciencia grecolatina mediante Hércules, pueden reencontrar sus hazañas en el Escudo de Heracles, de Hesíodo.

Para entender por qué insisto en los clásicos, léase Cómo leer un libro de Mortimer Adler (aunque la cuestión es cómo lo va a leer antes de haberlo leído). El libro se encuentra en la Peda, o sea la biblioteca Pedagógica del Magisterio, ubicada en la Av. Morelos de Toluca. Adler editó una gran colección con apoyo de la Enciclopedia Británica y la Universidad de Chicago, disponible completa (en inglés) en la biblioteca Centenario.

El relativamente famoso ensayo El canon occidental de Harold Bloom está en el centro de Metepec, dentro de la Casa del Barro. Por otro lado, Charles W. Eliot que presidía la Universidad de Harvard, consideró que con unos cuantos libros estudiados con calma se podría tener una buena educación liberal y armó una colección que mide cinco pies.

¿Cómo se llega a la universidad de los libros de Chicago o de Harvard siendo mexicano por patria y provincia? Puede empezar por verse la cultura como una gran conversación desde Los demasiados libros de Gabriel Zaid, presente en la Biblioteca Central de la UAEMex, y descargable aquí.

La conexión más clara de los contenidos de los libros es con los temas que se trata de enseñar en las escuelas. A todo niño le conviene saber que las enciclopedias le pueden ayudar con las tareas y exposiciones, y más que nada la Wikipedia, donde el interés por ideas asociadas se puede seguir como un hilo en el laberinto de la realidad escrita. Muchas veces hay enlaces directos hacia las fuentes originales de las referencias en un artículo, lo que permite investigar interminablemente, o más bien, hasta que ya no se puede más, porque es necesario dormir.

Para leer libros hay que sentarse, acostarse o fijar un tanto la vista mientras se camina, la diferencia contra leer en pantallas es despreciable. Si nos molesta la luz, los niveles de brillo son ajustables. Si nos molesta la pequeñez de las letras, presionando la tecla Ctrl y la tecla + podemos agrandarlas. Más allá del fetiche del libro impreso, hay que aprender a usar la computadora y el celular. Porque hay más lectura disponible en Internet que en cualquier biblioteca pública. Es ridículo que con el pretexto de que “nos encanta el aroma que desprenden los libros antiguos o los recién comprados”, dejemos en el olvido las inmensas capacidades informacionales de nuestros dispositivos.