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Publicado

diciembre 4, 2023

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Por Colectivo de Investigación e Incidencia |


Algunas palabras para iniciar la reflexión

Desde sus inicios, el concepto ecosistema del libro ha sido asociado a la búsqueda de dos elementos centrales: la bibliodiversidad y el pensamiento crítico. Al igual que en cualquier ecosistema, son las interacciones entre numerosos implicados lo que le da sentido: bibliotecarios, editores, promotores, libreros, impresores, profesores, diseñadores de políticas públicas, entre muchos otros, conforman los sujetos que dinamizan este espacio. El resultado final de estas múltiples intervenciones debería ser necesariamente la concurrencia de diversos productos de lectura, impresos o digitales, que también representen la amplitud de propuestas detrás de sus impulsores, sus perspectivas ideológicas, sus posturas políticas, sus cosmovisiones. A esto se denomina bibliodiversidad, y en un ecosistema eficazmente organizado, ésta debería ser amplia y disponible para todos los interesados.

Por otra parte, y relacionado con esto mismo, el ecosistema del libro ha sido vinculado al pensamiento crítico. La bibliodiversidad lleva consigo la circulación de numerosas ideas, de miles de alternativas, por lo que el lector tiene la posibilidad de conocer múltiples miradas sobre la realidad. La alternativa de acceder y comprender esta amplitud de discursos públicos son un primer paso para la constitución de una lectura crítica, y en última instancia estos procesos fortalecen el funcionamiento de nuestras democracias. De ese modo, garantizar la diversidad no es sólo una tarea que impacte en la construcción de acervos cada vez más amplios, sino que es un mecanismo crucial para el desarrollo de la sociedad.

 

Los actores del ecosistema y su buen funcionamiento

La responsabilidad del buen funcionamiento del ecosistema no es un asunto que solamente debiera enfocarse en quienes desarrollan políticas públicas o establecen normas o programas de promoción de la lectura. En la medida que se comprende que los distintos actores de este espacio se desenvuelven en directa dependencia de los demás implicados, también se puede percibir que las obligaciones se distribuyen entre todos. Sin embargo, esto no significa que el peso de las responsabilidades sea homogéneo, al contrario, esta temática nos ayuda a distinguir que hay labores o funciones que poseen una centralidad mayor para el funcionamiento de este ecosistema. ¿Quiénes son estos sujetos centrales? La respuesta a esta pregunta dependerá de hacia dónde orientamos nuestra mirada. En la relación directa entre los libros y sus lectores, evidentemente la labor de bibliotecarios, promotores y libreros es vital para el desarrollo de este proceso. Si ampliamos el campo de estudio hacia las prácticas de lectura, también adquieren importancia los impulsores de programas públicos, los profesores o los editores. Mientras que si vemos incluso un poco más allá aparece la familia, las instituciones culturales e incluso, otros organismos de nuestra vida social.

 

Lo que podemos analizar y preguntarnos

De ese modo, medir o analizar el funcionamiento del ecosistema del libro implica la necesidad de construir indicadores específicos que nos ayuden a no perdernos en aquello que precisamente hemos definido como diverso, heterogéneo y en constante movimiento. En este ámbito, el camino más recurrido ha sido observar la relación entre las instituciones públicas, el uso de recursos y el lector. Número de usuarios en las bibliotecas, cantidad de préstamos, rentabilidad social de las inversiones estatales, registros en el ISBN, son algunos de elementos medibles que solemos utilizar. Sin embargo, estas miradas al ecosistema han mantenido en la penumbra otras interacciones que se dan en su interior, y que responden a dinámicas tal vez menos transformables en cifras. ¿Cómo se relacionan los bibliotecarios con los promotores de lectura? ¿Cómo las ferias de libros impactan en la ampliación del público lector? ¿De qué forma las bibliotecas interactúan con los libreros independientes? ¿Qué importancia tiene la lectura de escritores locales en la formulación de los programas educativos de las escuelas? Son, entre muchas otras, algunas preguntas que podríamos formular en pos de conocer algunos detalles relevantes de este espacio. Pero hay una en particular que, como ya mencionamos, debería ser una de las guías fundamentales en este trabajo: ¿cómo se comunican entre sí los diferentes actores del ecosistema del libro?

 

 

Experiencias de trabajo

Panorama desde la Subdirección de Bibliotecas del Estado de México

Uno de los actores centrales en el ecosistema del libro y la lectura en el Estado de México es la Subdirección de Bibliotecas y Documentación de la Secretaría de Cultura y Turismo del Estado. Como nos comenta la Mtra. María Trinidad Monroy Vilchis, subdirectora de esta dependencia, el organismo está conformado por el Departamento de Bibliotecas, el Departamento de Fomento a la Lectura y el Archivo Histórico del Estado.

En 1983 se creó el Programa Nacional de Bibliotecas Públicas a nivel nacional. Desde entonces el Estado de México tiene una Red Estatal de Bibliotecas que actualmente es la más extensa de la República. Las bibliotecas públicas funcionan a partir de convenios tripartitos entre la federación, que aporta el mobiliario y la gestión; el estado local, que actúa como bisagra de comunicación; y los municipios, que en general corren con los gastos de operación. El peso generalmente cae más sobre los municipios, que además suelen desconocer su responsabilidad en estos convenios.

Entre las actividades lideradas por la Subdirección de Bibliotecas y Documentación, están los encuentros estatales de bibliotecarios, que van en su quinta versión consecutiva. Además, desde las bibliotecas se han impulsado Círculos de Lectura Virtuales, con presencia en 38 municipios. Según la Mtra. Monroy Vilchis, esta última iniciativa se considera relevante puesto que el fomento de la lectura se desarrolla precisamente en estos espacios de mediación.

De ello se encarga fundamentalmente el Departamento de Fomento a la Lectura cuyo objetivo es crear espacios de lectura comunitarios y democráticos. Éstos son organizados a partir de mediadores de lectura voluntarios que son formados en módulos de capacitación impartidos por la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Xochimilco. Corresponde también a este departamento la organización de ferias y encuentros de profesionales de fomento a la lectura, encuentros de mediadores de salas de lectura y jornadas de fomento de la lectura.

Entre los problemas actuales identificados por esta dependencia estatal, se encuentra la detención de la curva de aprendizaje del personal que trabaja en bibliotecas, producto de los cambios de administración federal y estatal. Además, el personal bibliotecario presenta perfiles muy diversos, lo que dificulta el trabajo. Por otro lado, el Estado de México presenta una situación de desigualdad entre las bibliotecas de la zona conurbada y urbana, y las de la zona sur del Estado, que se encuentran en abandono.

 

Una mirada desde biblioteca pública del Centro Cultural Mexiquense Bicentenario

Desde la experiencia de la biblioteca pública del CCMB de Texcoco, uno de sus bibliotecarios, Jaime Pita Chavez, nos plantea la discusión del rol que podrían cumplir las bibliotecas y el personal bibliotecario frente a los desafíos actuales del ecosistema del libro y la lectura.

Una de las iniciativas que ha resultado en este espacio es la generación de proyectos de trabajo, a través de la conformación de equipos de bibliotecarios que asumen la iniciativa de proyectar y llevar a cabo las actividades. Esto los ha llevado a desarrollar la formación y capacitación de los bibliotecarios en la misma biblioteca.

En esta biblioteca se ha experimentado un proceso de modernización del servicio entregado, por ejemplo, uno de sus propósitos ha sido intentar plantearse como una aula alterna, en contacto con las necesidades de las escuelas y de los profesores de la zona. Precisamente, los talleres y actividades se han desarrollado en conexión con las necesidades de los usuarios y de las personas que viven más cerca de la biblioteca. Además, han debido adecuar su trabajo tanto a las modalidades presenciales como virtuales.

Sin duda, los responsables de dar forma a los objetivos y proyectos de una biblioteca deben ser principalmente el personal bibliotecario. Esto puede lograrse de diversas maneras, una de ellas es la generación de un sentido de pertenencia con la institución. Algo que suele ir en contra de esto es, precisamente, cierta falta de continuidad laboral del personal bibliotecario. Atendido esto, podría ser posible satisfacer la necesidad de que los bibliotecarios se dediquen, además de la organización de las bibliotecas, a realizar las labores del fomento de la lectura.

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